El delirio de un suspiro
Me encontraba frente a un espejo, contemplando la absoluta nada que se reflejaba. Una nada con rostro y con nombre, una nada sin importancia que a su vez lo tenía todo reflejado.
Doy un suspiro, y de pronto, todo se oscureció, gracias a una humareda que empezó a entrar por un lugar indefinido. Era una niebla helada, densa y espesa, la misma niebla que baja de las montañas después de una madrugada lluviosa.
Estuve mucho tiempo inmóvil sentado frente al espejo, contemplando la nada ahora rodeada de oscuridad y niebla. Todo parecía eterno, como si el tiempo no existiese ni en el corazón ni en los relojes… pero nada de esto me parecía inusual.
Pero fue otro suspiro, uno leve, lo que me despertó de ese letargo y me obligó a caminar a través de la oscuridad, errando sin un destino fijo pero con un camino definido. Es posible que se deslumbraran siluetas y figuras, pero yo a duras penas note algo, porque a pesar de que hubieran cosas nuevas, nada era ajeno.
Seguí mi marcha fantasmal en dirección incierta, hasta llegar súbitamente a un afluente de agua, una suerte de riachuelo. El lugar parecía ser tranquilo, pero la turbiedad y el desespero no tienen otro origen distinto que quien carga con ellos.
Decidí sentarme por un momento. Un suspiro se hizo presente, y con él, una corriente que terminó arrastrándome río abajo. El final de aquel flujo acuífero era claro, pero era lo que menos me interesaba, pues lo que llevo de vida me ha enseñado que de los caminos solo queda el disfrute y el dolor de haberlos caminado.
El agua poco a poco se fue apartando y dejó una sensación de suavidad adormecedora, tanto que me deje llevar por la somnolencia y dormite por horas que tenían la tonalidad de un instante. Al despertarme, descubrí que estaba en un mundo completamente diferente. Un mundo lleno de lujos absurdos y a su vez mesurados. Un mundo que tarde en descubrir que, aunque insólito, tampoco me era desconocido.
La niebla me alcanzó en este lugar, y poco a poco empezó a apoderarse de aquel espacio, absorbiendo todo a su paso. Un suspiro, uno más, y reaccione. Me levanté lentamente y observé como la niebla iba penetrando lentamente hasta mis huesos. Sentí un gran peso en mis brazos, y ví en ellos aferrando algo que apreciaba muerto, algo que quería sin vida, algo que estimaba llevando puesta la máscara escalofriante de la parca encarnada. Me sentí encerrado, oprimido, desesperado, angustiado, horrorizado y obligado a vivir lo que estaba percibiendo, sin ese aquello que tanto me llegó a importar en su momento.
Tanta fue la presión, que no aguanté más y en medio de gritos y manotazos terminé alejando esa visión infernal producida por la neblina y revelando un paisaje iluminado, colorido, inquietante. Me sentí extraño, pues en medio de mis delirios nunca había recordado un lugar como este. O más bien sí, pero quería aparentar que no. Me encontraba en el lugar donde todo tuvo origen.
Algo había cambiado. Algo no encajaba en esa imagen tan ajena a la verdad de mi mundo. Luz, claridad, entendimiento, respeto, cariño, amor, complacencia… un paisaje de bienestar que se percibía con la maravilla de una montaña cubierta de flores de mil tonos, pero que en realidad estaba vestido de luto, o mejor dicho, florecido de luto.
El abandono había hecho de las suyas y había convertido en un desprecio primaveral lo que a mí me tomó años de invernal sufrimiento para protegerme. Sin escepticismos ni melancolías, decidí deambular hasta por fin un suspiro me hizo regresar a la oscuridad habitual, mi oscuridad habitual.
Hasta el día de hoy aún no tengo certeza si esa empatía y esa bondad, solo fueron un sueño o un delirio más de tantos; solo sé con certeza que esa cochina falsedad se fue y espero que nunca más regrese. Es preferible un tormento verdadero a una tranquilidad farsante.
Al final, la neblina regresó en medio de la nada, y la oscuridad se apoderó de todo lo que había pero que nunca hubo. Y así, con un suspiro, el último ya, me encontraba de nuevo frente a un espejo contemplando la absoluta nada que se reflejaba, una nada con rostro y nombre, una nada sin importancia que a su vez lo tenía todo reflejado.
Fuente Fotográfica: Deviant Art
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