Gris

Miro los rostros en blanco de aquellos espejismos: Las miradas se han marchitado, las expresiones dejaron de ser cálidas, no hay indicio de la chispa que me hace temblar. 

¿Quién vendrá después de aquel sueño? ¿Quién expiaría mi culpa?

No hay temor a nada ahora. No, ¡claro que no! Después de haber rechazado su sonrisa, nada logra hacer mella en mi ser.

Voces necias buscan confundir con enojosas interrogantes: “¿Estás feliz en el aislamiento ahora?”, “¿Por qué te sumerges en el flagelo de tus errores?”, “Una y otra vez te preguntas el por qué, ¿acaso jamás encontrarás la respuesta?”

No importa cuánto tiempo gaste en vocablos vacíos, o en esos que sólo distraen: la respuesta desespera por su mediocre igualdad. Aquellas palabras que tienen sentido, las más sencillas, son las únicas que tienen la lógica de aquello tan simple y tan complejo al mismo tiempo.

Liebe en alemán, agápē en griego, love en ingles, amor en español… No importa el idioma en que esté, o su definición en el diccionario. Siempre será una necesidad irracional, inexplicable, ilógica e incluso estúpida para algunos, pero hermosa por su simpleza y misteriosa para la razón que no haya su por qué en este mundo de números y argumentos.

Lo único que quedó claro en ese momento, fue la hipocresía de mi rostro y la falsedad de mi alma, ambos tintados torpemente de un gris indeciso, gris melancólico, gris neutro, pasivo y ausente de energía.

Por aquella decisión que rozó en los límites de la cobardía, es que ahora sufro la incertidumbre de la soledad.
Fuente fotográfica: Deviant Art

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