Decisiones
Un frío descarnado se había instaurado en mi pecho con una sensación de vacío infinito. Solo podía respirar acompasadamente, mientras la quietud atenazaba cada uno de mis músculos...
"Es hora de terminar". Estas palabras rebotaban en mi cabeza mientras yo intentaba recuperarme del dolor instantáneo y de las ilusiones rotas que salían de mi a través de una única lágrima deslizándose por mi rostro.
Empecé a comprender cómo el sentir denominado amor estaba condenado al fracaso para mi desde el principio. Tendría que haberlo visto, tendría que haberme dado cuenta que todo era una ilusión, un dolor disfrazado de dicha. Yo solo era una roca impávida que acompañaba al mar. Aunque este último solo quiere demostrar su afecto con caricias, con el paso del tiempo termina destruyendo a la roca, primero cambiándola y luego matándola.
Los golpes del destino, del desamor y del dolor ya habían hecho mella en mi, pero esta vez era distinto. Esta vez no estaba a la defensiva. Había abierto esa imponente fortaleza impenetrable para demostrar lo que sentía, y en ese momento de vulnerabilidad recibí la estocada de forma certera. Esta vez era distinto, porque mi alma no llora, no dice nada, no se hace presente. Solo siento frío, solo vacío...
Las trágicas palabras habían sido pronunciadas, y yo seguía en ese mismo lugar, paralizado en vida. El mundo siguió andando, el tiempo no detuvo su ritmo, pero yo seguía allí, sin moverme. No entendía la causa de mi inmovilidad, o más bien, no quería entenderla.
Aún con mi pecho abierto, no quería bajar la mirada y ver lo destruido. Cuando por fin lo pude hacer, me percate de lo acontecido. Esta vez el daño había sido definitivo. Sin embargo, no había dolor, no había cansancio, no había desesperanza. Sencillamente no había nada. Mi corazón no resistió el golpe y se esfumó al igual que una llama sin aire.
En ese momento sentí un susurro lúgubre, apenas algo más que suspiro arrastrado por el viento. Era hora de decidir, si terminaba todo en ese momento, o si por el contrario vagaría sobre la tierra de forma distinta. En mi estaba la respuesta, en mi estaba la decisión. Ningún camino es hermoso, pero tenía que soportar la carga de tener que elegir.
La brisa cesó, y el silencio se volvió omnipresente. De forma agónica reflexione y encontré la respuesta. Una forma pétrea, dura, fría, sin vida y sin alma, similar a una piedra. Una forma distinta, a fin de cuentas, una forma que se deslizó y encajó de manera perfecta en la ausencia evidente de mi corazón.
Así pude comenzar a vagar en esta tierra. El vacío no se fue. El calor no volvió. El alma desapareció. Pero seguí vivo con la certeza de ser transitorio, pasajero, provisional, accidental. Un ser apto para conocer o tener sexo, pero no para ser un amigo o una pareja. La confianza era una bendición que se me había negado.
Fuente fotográfica: Deviant art.
Comentarios
Publicar un comentario