Carta de una Sombra para un Recuerdo
El día de hoy.
La vida que no comprendo.
Persistente recuerdo con el que hablé en el ayer:
Tal vez estas sean palabras que no existan, pues no hay ojos que las lean, y esa es la razón que me da rabia para tenerte como un recuerdo. Te extraño, te amo y te odio, pero sobre todo te recuerdo. Recuerdo tanto, que temo volverme yo un simple recuerdo de la vida.
En ese entonces éramos simples máquinas sexuales. Estructuras rígidas y sin corazón que no tenían nada para dar, pero que buscaban lo mismo. Al principio obtuvimos lo que queríamos y fuimos felices por unos minutos. Esos minutos en que pudimos sentirnos dichosos pero tan vacíos.
Sin embargo… todo se llenó de eso llamado sentimientos, que terminó ahogando cualquier rastro de mesura y dejo la cordura atrapada en el olvido de nuestra mente. Y así éramos felices, pero no lo dijimos. Tal vez hasta lo tuvimos todo, pero al no hablarlo esa plenitud salió cara.
Toda una vida perdida por una falla de comunicación de mi parte. Una cualidad humana que se me fue de las manos. Tal vez lo hable demasiado, o no lo supe decir bien. Me pediste silencio, y te lo concedí, sin saber que algo que podría ser tan bello nos cobró a cambio el futuro.
Hago remembranza de nuestros encuentros: una disparidad de mentalidades y vivencias que se correspondían en una locura llevada hasta el averno, con versos deleitables entre cada suspiro y gemido, ambos impregnados de la esencia misma del uno y el otro.
Cada día de mi vida me acuerdo de todo eso con tristeza, melancolía y nostalgia, pero al fin y al cabo es una conmemoración que late y vive, que respira y se alimenta, y si por años ha sobrevivido es porque es algo que amo como a pocas cosas amo en la vida.
Es un recuerdo con el cual no me importa vivir, porque decidí que me consumiera hasta el último día y aliento. Es como si fuera un alfiler incrustado en el alma: aunque puede haber una ligera molestia por su presencia, lo que verdaderamente duele (y dolió) fue su ausencia.
Esto me dejó fatigado de la vida. Mis pies quedaron exhaustos de caminar, mis dedos de escribir y mi boca de pronunciar. Cansado quede en ese entonces y cansado estoy ya, pero aun así sigo dejando huellas en el camino, huellas que desearía no existieran y que no fueran impresas.
Lo único que me consuela es que estas palabras no existen porque no hay ojos que las lean. Que yo verdaderamente no existo porque no hay ojos que me vean, oídos que me escuchen, manos que me palpen.
Al final de todo, no existo pues no hay corazón que me sienta. Y esa es la razón que me da rabia para tenerte como un recuerdo, y no como una realidad. Una realidad tuya. Mía. Nuestra.
Sinceramente:
Una Sombra
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